domingo, 5 de octubre de 2014

Volvimos a estar juntos, algo que me llenaba de tranquilidad a pesar de cualquier circunstancia, estar con ella siempre era una garantía de placidez. Nos encontrábamos hablando de todo y nada a la vez, jugando como niños como solíamos hacerlo, como muy bien podía recordarlo.

Nos rosábamos y sujetábamos las manos, inventábamos cualquier excusa para una leve caricia, en nuestros ojos se vislumbraba un destello de luz al observarnos fijamente, advertí un millón de sensaciones en mi interior, en el pecho los latidos eran constantes entre la calma y el desespero por sentirla cada vez más cerca.

Quisimos movernos un poco y resolvimos a pararnos del lugar donde estábamos sentados, ofrecí mi mano para ayudarla a reincorporarse, la tomo y en seguida conecto su mirada penetrante y encantadora con la mía, me sonrío, simplemente estaba maravillado por tan hermosos rasgos y gestos que siempre supieron como enamorarme. 

Cuando sostuvo mi mano, lo hizo por unos segundos, al tratar de interpretar su mirada, su sonrisa y la forma en como sujetaba mi mano inferí que este era un gran paso para los muchos más que estábamos dispuestos a dar juntos, porque a pesar de las complicaciones y circunstancias de como se dieron las cosas, es mucho más importante para ambos caminar juntos o simplemente quedarnos en silencio, observarnos, sonreír, abrazarnos y por supuesto besarnos; es allí donde comprendo la magia y el misterio de nuestros encuentros, pues entiendo que entre tú y yo esto no es casualidad.