jueves, 27 de diciembre de 2012

Para mi padre.


Lo vi partir un día de abril, sin llanto y poco consciente de la situación, mis recuerdos de infancia junto a él son borrosos, poco es lo que puedo recordar. Historias sobre él he escuchado muchas, de risas, de alegría y de diversas ocasiones en las que compartimos.

Nunca pensé que una persona podría hacer tanta falta como lo ha hecho él, siempre quise tener esa figura paterna cerca que me viera crecer y equivocarme mientras aprendía lo que es una pequeña parte de la vida pero aun así a la distancia él me ha visto caminar y tropezar. 

De pequeño veía como mis compañeros jugaban y hablaban con sus padres veía como lo abrazaban y como los llevaban sobre sus hombros, se veían felices y con una sonrisa más cálida, yo siempre intente sonreír de la misma manera, pero creo que no lo logre.

Hubiera preferido haber derramado lágrimas aquel día de abril, tal vez así esta ausencia no sería tan dolorosa.

En mi adolescencia siempre quise un padre que estuviera presente y que me prohibiera salir, que me aconsejara sobre el amor, que me dijera lo que estaba bien y estaba mal,
que me dijera que no bebiera alcohol o que no fumara cigarrillo pero aun así a la distancia ha sabido darme lecciones aunque a veces sea un cabeza dura y no escuche lo que diga en ocasiones.

A veces veía a mis amigos como se enojaban con sus padres teniendo discusiones sin sentido, yo deseaba hacerlo aunque eso fuera malo, aunque me castigaran después por mi comportamiento, pero yo sólo quería hacerlo porque al fin y al cabo eso me hacía falta aunque luego me perjudicará.

Me lo recuerdan todos los días y así es más difícil soportar estos años en los que ha estado lejos, más difícil aun cuando he necesitado de un abrazo suyo acompañado de un "todo va a estar bien" aunque yo fuera pesimista a la situación.  

A este punto en el que ya han pasado once años, me detengo a pensar y llego a la conclusión de que hubiera preferido haber derramado lágrimas aquel día de abril, tal vez así esta ausencia no sería tan dolorosa.

martes, 11 de diciembre de 2012


Que envidiosa es la distancia que me impide tocarte, 
me impide verte el rostro cuando la luna refleja su luz en el,
me impide observar el espejo de tus ojos 
que con frecuencia veo para perderme en ellos.

Que envidiosa es la distancia que no me deja fundir tus labios con los míos
que nos permita sellar el deseo pero no calmar mi sed 
aunque me des un verso completo de ellos.

Que envidiosa es la distancia que me impide abrazarte en las noches de frío
en esas en las que sueño teniéndote a mi lado
observando el oscuro firmamento juntos. 

Que envidiosa es la distancia que me impide hablarte al oído 
cuando quiero decirte lo mucho que te adoro 
y lo mucho que me importas.

Que envidiosa es la distancia que me impide escuchar tu voz
esa que aun en los días grises, se escucha tan melodiosa y tranquilizante
como aquellas olas que se escuchan en el mar a la madrugada.

Que envidiosa es la distancia que me impide perderme 
y al mismo tiempo encontrarme en ti,
que envidiosa es la distancia que estorba entre tu y yo,
que envidiosa y cruel es la distancia que me hace extrañarte tanto.