La deseo, muchísimo, tanto que con solo verla de lejos me entran las ganas de acercarme y besarla hasta dejarla sin aire, abrazarla por la espalda y respirar sobre su cuello, acariciar su delicada piel y saciarme hasta el éxtasis, enredar entre mis dedos su cabello y perderme en su mirada, rosar su boca con mis dedos y nunca soltarla, pero ese es el punto, está lejos y por lo tanto ella ya se soltó de mi deseo.
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